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Tradiciones funerarias en Cuba

 In Fallecimiento

“la muerte: Una mirada cultural al carácter transitorio de la vida.” versión Cuba.

Tradiciones funerarias en Cuba. La muerte ha habitado en el folclor cubano desde los primeros pobladores, de quienes se tiene registro, moraban en la isla. Primero los cultos ancestrales del areíto en el batey aborigen, luego las liturgias afro-cubanas amalgamadas con la religión católica y con el espiritismo evidencian la presencia en la isla de una tradición de reverencia a los espíritus de antepasados muertos que colocan a la muerte misma dentro de las cosmovisiones de los creyentes –y también de los ateos–, como elemento simbólico de gran peso y múltiples significados.

Los aborígenes, primeros pobladores de Cuba, especialmente taínos y siboneyes tenían costumbres propias de cada etnia respecto al culto de la muerte. Algunos de ellos acostumbraban a realizar dos tipos de Entierros: los primarios, donde habitualmente junto al cuerpo inerte iban instrumentos de trabajo y adornos personales como ofrenda al fallecido y los secundarios caracterizados por una rutina de exhumación de los restos de la primera sepultura que luego eran trasladados a otra morada eterna.

Hoy este cortejo constituye parte de la ceremonia habitual que se realiza después del velatorio llevado a cabo por algunas horas y de acuerdo al estado del cuerpo del fallecido y a los deseos expresados por la familia. Como parte de la tradición, algunos lloran al difunto en la casa donde vivía, otros optan por celebrar sus hazañas en vida con una especie de banquete funerario que va desde la preparación de la cabeza completa del cerdo, conocida como “Cochola” hasta pan de maíz recién cocido, sardinas o bacalao con arroz, entre otros platos.

Igualmente, Cuba ha tenido una fuerte influencia de la santería, que funde creencias católicas con la cultura tradicional yoruba. De aquí surgen muchas ceremonias tradicionales, como el culto a los ancestros muertos donde resulta prioritario hacerlo por medio de altares y ofrendas y el culto fúnebre que solo es para los iniciados en la religión llamado “El Ituto”; en el cual entre sus reglas definidas se encuentra que el muerto no debe llevarse a la tumba ninguna de sus pertenencias en vida y el destino de estos elementos lo dictan oráculos y predicciones.

En la santería cada santo tiene sus propios colores, rituales, caminos y  atributos, pueden describirse como personalidades con características tan humanas como divinas y se aprecia un gran respeto por la muerte. Existen deidades asociadas a este fenómeno, en alusión a los espíritus de los difuntos, tienen un papel esencial en todas sus ceremonias mágico-religiosas. En la santería cubana, “Oyá” –que tiene relación con la virgen de la Candelaria y con Santa Teresa de Jesús– domina las puertas de los cementerios. Con Yewá y Obba, conforma la trilogía de las orishas que habitan el cementerio, y son conocidas también como “las muerteras”. Además, está Ikú, que es tanto la muerte misma como el momento de morir.

Oyá

Ikú es la representación clásica de la muerte y Eggún es el nombre que se da a los antepasados difuntos. En este sentido, Ikú representa la muerte desde una forma concreta, es esa figura que se conoce como el esqueleto óseo con su capa negra, mientras que Eggún es el espíritu del muerto, del fallecido conocido, madre, padre, amigos, ancestros en general.

No obstante, esta práctica religiosa no rinde un culto directo a la muerte, como sí lo hace el culto a la Santa Muerte, por ejemplo en México y en otros países de América Latina. Pero de varias maneras los muertos forman parte integrante de los procesos litúrgicos de la santería, y la muerte, por tanto, tiene una importante presencia en los fundamentos de este país.

 

 

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